Que melodía fue ese llanto
rechinante extirpador de oídos que escribió
la palabra felicidad en mi alma, que palidez incandescente que encegueció mi
alma de plenitud, que piel gélida que al tocarla combustiono mi alma que estaba
perdida en mi mundo apático, que rosto el
que vi que hizo al vocablo amor carne y después de tantas sanciones tan
estimulante-mente intrigantes solo me quedo la más hermosa alternativa “besarte
y decirte bienvenido a esto llamado vida, hijo mío”
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