De esperanza solo era la vida de mi desesperanza, hasta que un día el ruidoso estruendo del
silencio sacudió mi alma, mi cuerpo de harapos y mi corazón lleno de canciones
sin letras, para abrir mi invidente alma,
a la luz de la oscuridad, al trinar el pájaro cantor para ver parir a la madre
de las esperanzas, para ver el milagro
de tu rostro que guía el camino de este gladiador de amores errantes. Pasa el
tiempo y como segundos pasan los años, años
que solo son tiempo consumado y esperanza
para un corazón vigilante de tu alma.
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